Alejandro salió a la calle y el breve silbido de la brisa nocturna le ayudó tranquilizarse un poco, en eso vio que por el lado norte de esa calle se acercaba una sombra apenas reconocible y que poco a poco las estrellas revelaban su rostro.
-¡Felicidades, amigo! –gritó el desconocido, y Alejandro lo reconoció por su voz.
-¡Álvaro! ¡Qué gusto verte compadre! ¿Cómo estás?
-Excelente vengo llegando del servicio hace un par de semanas y las descanse en casa sin salir siquiera para comprar pan, pero deje ese agujero para venir a saludarte y a pasar un buen rato contigo.
-Veo que estás contento –dijo Alejandro y agregó– ¡ojalá me irradies de tu alegría, he pasado un momento asqueroso!
-Cuéntame colega, para eso son los amigos, vamos te invito una cerveza mientras hablamos.
A la hora después estaban sentados en un bar "El Capo" a pocas cuadras de la casa de Álvaro donde al poco rato aparecieron por la puerta unas cuatro personas y con paso decisivo se acercaron a la mesa donde Jano le contaba lo sucedido aquella noche en su casa.
-Donde las estrellas se reúnen –dijo uno de los tipos a modo de saludo.
-Con su orden apuntan nuestro norte –recitó otro.
-Y los canes acompañan –agregó un tercero.
-A donde quiera que vaya el cazador –terminó el más bajo de estatura.
-Rigel te reconoce –respondió al fin Alejandro.
-Y Betelgeuse te abre el paso –apuntó Álvaro.
-Bienvenidos señores ¿que los trae por aquí? –preguntó Jano.
-Somos el grupo Canis Maior y Canis Minor y supimos que querían viajar a las raíces –comentó el más corpulento.
-Así es.
-Escuche, que allí habitan hombres que veneran al Escorpión, mi única recomendación es discreción –dijo uno rubio, y luego los cuatro se fueron sin decir ni más ni menos.
Cuando ambos pensaban que ya era hora de volver a sus casas alguien le habló de la mesa contigua.
-¿Ya se van? Al menos deberían esperarnos.
-¿Claudia? ¿En que momento llegaron?
-Después de aquellos tipos, no queríamos interrumpir - dijo Valentina.
-Me imagino ¿Los escucharon? Eso me preocupó.
-Eso lo hablaremos en casa –finalizó Esteban, y luego dijo– tus padres esperan tus disculpas.
-Y se las debo ¿Tienes alguna idea de quienes eras esos sujetos? ¡Conocían la Seña!
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