jueves, 11 de diciembre de 2008

Orión- VII

Dos días más llegamos a Osorno y apenas apeamos del bus recorrimos la ciudad para conocerla, durante el trayecto quedamos embelesados con el paisaje de la región, su volcán, la playa y el urbanismo que hay.
-¡Maravilloso! –dijo Andrés.
-Hay que hacer el trámite con el señor Quintriqueo –acotó Vale.
-¿Dónde vive? –pregunté.
-En la calle Manuel Montt, hay que cruzar la ciudad.
-Deberíamos comprar suministros –sugirió Esteban– yo con Leo y la Vale iremos de compras. Ustedes vayan a ver al tipo, nos encontraremos en la Plaza de Armas.
-Nos vemos allá.

Tomamos una liebre y en algo de una hora llegamos al otro lado de la ciudad frente a una casa de dos pisos, golpeamos y salió una anciana a atendernos, le dijimos que buscábamos al señor Quintriqueo y en cinco minutos apareció un hombre canoso de no más de metro sesenta que nos invitó a pasar al zaguán.
-Así que ustedes son los chicos que quieren estar en mi terreno –dijo con una voz cansada en la cual se le veían los años– Mi terreno ha servido para muchas personas, tanto como para extranjeros que visitan al país como a Boy scouts que vienen a acampar ¿Son ustedes scouts?
-Lo éramos, al menos Claudia, yo y dos amigos que andan de compras y hay que contar a Álvaro que también está comprando quien estuvo en el servicio militar, así que sabe de estas cosas.
-Ya veo ¿Y por qué dijeron que eran?
-El grupo quebró, mala administración. Salimos de allí hace una par de años, el grupo estaba cumpliendo sus ciento diez años el 2022 y para el aniversario nos dijeron que no íbamos a tener campamento de verano por motivos económicos y desde entonces hemos estado ahorrando nosotros para irnos de viaje. Unos amigos nos recomendaron su lugar por un tema de dineros, ya que nos contaron que no cobra mucho.
-Yo también fui scout en mis tiempos, en un grupo de Osorno, con gusto los recibiré, pero deben tener cuidado, hay gente que traspasa los limites del lugar y se cola en el recinto.
-Esta bien, tendremos cuidado. Gracias por todo.

Al cabo de media hora nos reunimos en el lugar convenido y nos dirigimos a la parcela en el sector sur oriente de la ciudad. Una vez ahí descansamos un rato y luego nos dedicamos a buscar un lugar cómodo y especial para levantar el campamento. Nos adentramos media hora entre los árboles y lo encontramos. Instalar la carpa, colgar las mochilas, armar la mesa y otras tareas nos llevó toda la tarde y para eso de las diez de la noche estábamos listos para el resto del mes, me sentía feliz y lo dije:
-Fogata y un excelente cielo nocturno ¡Que más podríamos pedir!
-Jano, vamos a dar un paseo –acotó mi hermano.
-Dale.
-Tú una vez me hablaste de una muchacha y de una constelación.
-Lo recuerdo, sobre la chica te puedo decir que era una amiga que conozco desde que tengo memoria...
-¿Claudia? –interrumpió.
-No, éramos muy buenos amigos y teníamos la misma edad, luego cuando cumplió siete años se fue a vivir a Iquique. Un día la vi (y de eso algo te conté) y hablamos, me dijo que estaba mochileando y había pasado por Santiago.
-¿Eso es todo?
-Eso es todo lo que te puedo contar.
-Y sobre la constelación, ahora ves este magnífico universo con mucha mayor claridad que en la capital, allá está todo ese esmog y montón de luces, por eso dicen que el sur es lo más hermoso que tiene el país.
-¿Ves esas tres estrellas juntas? Si trazas una perpendicular hacia el cenit puedes ubicar el norte. Ese es el famoso Cinturón de Orión –dije señalando el cielo, y le mostré cuales eran las partes de la constelación y le comenté que Álvaro sabía más sobre el asunto, luego él me llamó, estábamos a unos veinte metros de los demás y fui para allá dejando a mi hermano que trataba de hacer caber las estrellas en una hoja de cuaderno.
-Cuéntame.
-¿A que hora?
-A las cero cero.


El resto de la noche pasó sin mayor novedad hasta que eran un pocos minutos para las doce y en ese momento estaba yo hablando con Andrés sobre el típico tema de hombres: mujeres. Hasta que sentí que era momento.
-¿Tu hermano te contó acerca de la constelación? –pregunté.
-De hecho de pregunté a Alejandro sobre Orión y él me dijo que tu podías contarme más.
-¿Qué tal si seguimos para el norte? Explorando, es hermosa la naturaleza de noche.
-Dale.

Caminamos unos quince pasos, lo aprehendí y comenzamos el rito.
Me reuní con los otros mientras guiaba al iniciado con mi voz, el resto esperaba en circulo con ocho velas en el piso, de las cuales siete apagadas. Tomé una y le di a concoer la fraternidad, el compañerismo, el trabajo en equipo, el sentido de la vida y cómo aprovechar las experiencias de que nos da esta y le comenté que los demás le debíamos poner un mote. Lo desvendé y le presenté al resto de la hermandad, estaban ordenados desde el más nuevo hasta el más antiguo: Valentina, Leonardo, Marcela, Claudia, Esteban y Alejandro y yo estaba al lado de Valentina:
-Alnilam, Mintaka, Bellatrix, Rigel, Betelgeuse y Orión. Yo soy Alnitak y tú serás Hatysa.
-Mi abuelo fue el que inició este grupo, él me nombró a mí bajo el mote de Saiph, luego cuando el más viejo deja el cargo por morir se asciende y el más antiguo pasa a ser Orión - comentó Alejandro

Después de un par de que fue lo que duró la ceremonia comimos y nos acostamos, antes de dormirme escuché a Hatysa aún afuera tal vez contento, quizás sin palabras debe estar pensando en aquel místico rito.

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