El ambiente estaba tan tenso durante los días siguientes que se podía cortar con un cuchillo sin filo, unos se quejaban diciendo que era mala idea haber ido hacia allá, que se debió haber preparado de una manera mejor la salida, otros que simplemente aceptaban la realidad y que según ellos “aperraban” y debían seguir adelante. La discusión siguió con tanta pasión que no se dieron cuanta que había caído la noche y que al rato faltaba alguien. Faltaba una persona que había pasado tan desapercibido durante toda la estadía, Leonardo.
Leonardo era un muchacho de no muchas palabras, era corpulento físicamente y de un cabello corto y ondulado, y de una estatura no superior al metro setenta y cinco. Tenía esa actitud de sumarse siempre a la mayoría sin tener que razonar mucho y hace poco debía superar la separación de sus padres y la muerte de su abuelo lo que explicaría sus recurrentes salidas en solitario durante la noche, fue por eso que nadie se percató de su ausencia hasta la mañana siguiente. Ahora la discusión giraba en torno a su desaparición y en lugar de unir al grupo lo fue separando más y más: unos quería buscarlo, otros querían esperar porque se podía perder más gente. Hasta que Álvaro tocó el punto máximo:
-¡No vamos a sacar nada si seguimos hablando estupideces sobre que mierda vamos a hacer! ¡Iré a buscarlo, él ya a sufrido mucho en casa y lo que falta es que destrocemos lo que le queda de mentalidad!
-¡No vas para ningún lado! –repuso Alejandro- ¡No queremos más gente perdida!
-¿Y qué carajo te pasa a ti?¿Acaso no era Leo uno de tus mejores amigos?
-Sí, pero por uno no perderé varios. Más vale pájaro en mano que cien volando.
-¡No me importa tu opinión, iré de todos modos!
-Voy contigo –dijo de repente Marcela.
-Yo me sumo –agregó Claudia.
Andrés miró a Valentina, y esta miró a Esteban.
-Vamos –respondieron los tres al unísono.
-Sólo quedas tú –le dijo Álvaro.
-Esta bien, iré. Quizás si vamos todos no nos pase nada. Pero iremos de día no vamos a ver nada ahora.
A la mañana siguiente no se podía ver el sol y a pesar de haber muchas nubes en el cielo hacía un calor muy pesado. Los muchachos se encaminaron sin saber con exactitud a donde iban, pero era mejor que hacer nada. Vagaron durante todo el día y cuando estaba oscureciendo decidieron volver al campamento frustrados por no haber hecho nada productivo durante el día. Algunos se lamentaban el hecho de que Leonardo hubiera desaparecido, otros aún tenían esperanza de que se hubiera perdido no supiera volver, en cambio Alejandro se quejaba de haber desperdiciado una mañana y una tarde entera:
-¡Les dije que era mala idea!¡Les dije que debíamos esperarlo a que volviera!
-¿Pero cómo sabes que no lo secuestró alguien? –dijo Valentina.
-¿Estas loca, Valentina? Aquí sólo estamos nosotros.
-¿Acaso no recuerdas lo que pasó en el bar? –la defendió Andrés.
-¿Y lo que dijo el dueño del lugar? –agregó Marcela– Cualquiera puede entrar al recinto.
-Ya está bien, pero no podemos alejarnos mucho no podemos dejar el campamento sólo por la noche.
-En eso concuerdo contigo Jano –acotó Álvaro.
En ese entonces Esteban que había permanecido callado tiene una idea:
-Tal vez suene un poco alocado, pero se me ocurre que nos llevemos el campamento, o mejor dicho desarmemos y tendremos que investigar el recinto como si fuéramos de mochileo.
-¿Y qué hacemos con las cosas? –preguntó alguien.
-No podemos armar y desarmar todos los días –agregó otro.
-A la intemperie tendrá que ser –dijo Jano.
-En marcha entonces –finalizó Álvaro.
A la mañana siguiente apenas se asomó el sol estuvieron de pie listos para recorrer rodeando el lago que bañaba el bosque. Álvaro decía que cuando se perdía un hombre lo más lógico era buscar una fuente de agua cercana en caso de que no pudieras volver, tendrías que acampar ahí, además siempre encuentras gente, ya sea viviendo o acampando, cerca de las fuentes de agua. Después de un par de horas caminando ven una humareda a lo lejos y deciden encaminarse hacía allá. Cuando se encontraban a unos quinientos metros ven a un grupo de personas acampando y al acercarse se dan cuenta de que se encuentran en el mismo rango etario que ellos. Al pasar por ahí Andrés decide preguntar si han visto a su amigo a lo que un joven corpulento, alto y de un cabello liso excesivamente largo responde negativamente y agrega que han llegado la noche anterior por un paseo entre amigos. En eso se acerca un muchacho de tez morena con barba debajo del mentón y no mayor a un metro setenta centímetros.
-¿Qué pasa Hernán? ¿Necesitan algo?
-Están buscando a alguien, Félix.
-¿Félix?¿Félix Carpio? –dijo de repente Alejandro.
-¿Te conozco? –respondió este con extrañeza.
-Compañeros de básica ¿No recuerdas a tu amigo Huenchul?
-Eres un desgraciado –dijo sarcásticamente- tantos años y la forma peculiar de encontrarse ¿Tienen hambre? Estamos de paseo, somos diez y tenemos comida como para veinte.
Después de aceptar aquella oferta y de conversar sobre los viejos tiempos deciden quedarse a pasar la noche acampando junto al grupo.
-¿De por casualidad no han visto a ningún otro grupo de personas acampando en el lugar? –preguntó Claudia.
-Anoche vimos algo así como unas antorchas en aquel pedazo de tierra dentro del lago –dijo un muchacho con una polera de las Guerra de las Galaxias.
-¿Y cómo llegas ahí? Desde aquí veo una casa enorme en aquel islote.
-No tengo idea, a lo mejor cuando baje la marea. Anoche tuvimos luna llena así que deben de haber estado ahí desde hace tiempo.
1 comentario:
mierda!
ahora hasta tu me adelantaste en la narrativa...
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