martes, 17 de febrero de 2009

Orion - XI

Lo veía alejarse, corrí tras él y le grité:
-¡Eres un imbécil, Alejandro!
-¿Quieres que te mate, cierto? –me dijo, y luego de verme exclamó- ¡Esteban!
-Sabes perfectamente que aquí no lo vas a encontrar, él debe estar con esas personas si es que no lo han matado aún. Yo sé que tienes esa habilidad innata de liderar a la gente, no la tires por la borda por un montón de diferencias con ese tarado. Recuerda que él es un milico, y por lo tanto esa es su manera de trabajar: Autoritaria a joder. Tú sabes que te envidio, ya hemos hablado esto años atrás –dije mientras veía que los recuerdos se le salían en forma de lágrimas y a mí también- Ambos fuimos criados a la par en realidades diferentes, pero cercanas a la vez. Tu tienes esa gran capacidad de lograr todas tus metas...
-Y tú tienes esas alas que te dan la libertad y volarías alto si no fuera por tus límites físicos.
-Insisto que deberíamos ir a aquella casa, no vas a encontrar nada en una parcela de este tamaño.
-¡Eres un genio! ¿Te lo he dicho ya?
-Debe ser de familia. Por cierto ¿Alguna idea de cómo llegar allá, genio?
-Deberíamos rodear el lago dentro del terreno buscando el punto que este directamente más cercano a la casa.
-Excelente, vamos. Y cuando lleguemos allá no le hagas cado a Álvaro, a los militares les gusta la competencia.
-¿Quieres que me ponga a su nivel?
-No, hazlo a tu manera, pero hazlo pedazos.
-Oye ¿Qué haremos si Leonardo está como tu dijiste?
-Esperemos que no, sólo lo dije para convencerte, pero ni yo mismo me lo quise creer. Pero recuerda en cuanto a Álvaro no te preocupes, si quieres saber algo pregúntale a Marcela, ella solía salir con él, lo dejó cuando se fue al servicio.

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