Orión-Capítulo I

Era un día a finales de Enero, la noche estaba tan clara que los focos estaban de más en las calles y se podía contemplar todos los cráteres de la luna. Y en la plaza Concha y Toro, Alejandro, un joven de diecisiete años estaba sentado en la pileta de la plaza contemplando las estrellas esperando poder encontrar alguna respuesta a sus incesantes preguntas. Su hermano, Andrés, de quince, lo miraba con curiosidad desde hace algún rato, hasta que decidió preguntarle:
-¿En qué piensas Jano?.
-En unos hermosos ojos y una larga cabellera negra –respondió él.
-¿No estarás pensando en ella, cierto?.
Alejandro rió y luego añadió:
-Así es, así es.
-¿Por qué siempre que piensas miras las estrellas? –preguntó su hermano tratando de cambiar un poco el tema.
-Mi querido hermano - le respondió con cariño –estoy empezando a creer que la mente y la creatividad funcionan de noche (o por lo menos conmigo), creo que debería empezar a probar esa teoría - se dijo y continuó refiriéndose a su acompañante - la mayoría de lo que escribo y/o compongo los hago durante la noche. Las estrellas son sabias y hermosas e inspiran en uno algo tan complaciente.
-¿Y conoces alguna constelación? –le volvió a preguntar mirando el cielo.
-Conozco una, la constelación de Orión, es la que me inspira y a la que siempre he admirado.
Andrés soltó un sonido de admiración y contempló las estrellas junto a su hermano.
-¿Qué se te viene a la mente cuando miras el cielo nocturno? –preguntó esta vez Alejandro.
Andrés a quién le sorprendió la pregunta simplemente se negó a contestar. Un rato más tarde consultaron la hora y ambos decidieron que era hora de regresar, además vivían casi a treinta minutos de donde se encontraban.