viernes, 16 de mayo de 2008

El Cliente...(Relato)

En pleno invierno y más encima con lluvia se me ocurrió ir al encuentro de mi nuevo colega al cual conocía sólo por su alias, Alfred, ya que nuestro oficio nos impedía revelar a otros nuestro nombre. Pero lamentablemente había postergado ya demasiado esta reunión y Alfred no me iba a dar otra oportunidad para compartir productos así que después de una media hora caminando bajo la lluvia con mi largo abrigo, sombrero, bufanda y botas, llegué a una calle principal la cual estaba inundada y por primera vez desde un largo tiempo me detuve a mirar fijamente el agua en el piso. Veía a un hombre alto, blanco, de cabello castaño excesivamente largo y con una mirada que parecía estar hurgado en la mente. Apenas el semáforo dio luz verde dejé de mirar mi reflejo y corrí hasta el otro extremo con la idea de llegar más rápidamente a mi convocatoria porque según mi reloj llevaba cinco minutos de retraso. Recorrí dos cuadras y en un rincón vi a Alfred esperándome tal como le había visto la ultima vez, un hombre muy alto, de tez ligeramente morena, cabello oscuro, unas gafas redondas que lo caracterizaban, en este momento al igual que yo llevaba un abrigo demasiado largo que cubría tres cuartas partes de su cuerpo, botas, sombrero, bufanda y además un maletín. Sentado en su silla y sin levantarse de ella me saludo con una gesto de la cabeza y proseguí a mostrarme su maleta.

-Estas seguro de que lo quieres - preguntó él.
-Así es, por algo vine a pesar de esta tempestad.
-Esta bien, mira dentro de la valija tengo lo mejor de lo mejor con respecto a armas de fuego. Y si te interesan las blancas tengo desde los clásicos carniceros hasta los de combates profesionales.
-Vine a buscar lo que me prometiste, Alfred.
-Ah, si recuerdo, Rifle Semi-Automático de calibre .223 con mira infrarroja.
-Tienes buena memoria para los detalles.
-Si no fuera por eso no tendría clientela.
-Cómo quieras ¿cuanto me cobras por esa entonces?
-17 jorqueros, y si te interesa un cuchillo te hago el precio por 25. Tú sabes que cada vez están más codiciadas las armas blancas.
-Esta bien, dame ambos, el Rifle y el de combate.
-Antes de entregártelos necesito saber para que los ocuparás.
-Necesito encargarme de unos cuantos Torbarios.
-Ahh, Torbarios... personajes mestizos a principios del siglo XXI, mezcla del típico chileno roto con la del argentino-paraguayo de la época.
-Exacto, me han estado estorbando, al parecen espían la pega.
-Entonces no nos demoremos -dijo mientras sacaba otra valija - toma el maletín, dentro viene todo. ¿Supongo que sabes armar el Rifle?
-Como si nunca hubiera ocupado uno - le respondí con ironía.
-Hasta luego.
-Nos vemos - me despedí.

En el trayecto para llegar a mi hogar, pensé acerca de esta realidad en la cual vivimos. Todo es espionaje, delincuencia, homicidios, revoluciones, protestas, etc. Recuerdo el momento cuando mi abuelo nos contaba a mí y a mi hermano acerca de lo que le decía su tatarabuelo, Alejandro. Él era un joven de tan sólo 17 años cuando se dio cuenta de que el mundo en que habitamos está en un periodo de retroceso, le hablaba a sus amigos y familia acerca de su teoría en la cual el planeta dentro de 500 años sería lugar de caos, incultura y desastres, y ahora vemos que él estaba en lo cierto. Subí a la terraza, ensamblé mi arma y estaba esperando a que los Torbarios salieran de su escondite cuando sentí que una gran duda me impedía terminar mi tarea. ¿Era correcto lo que estaba haciendo?, Es decir, ¿Qué es correcto en una idiosincrasia de este tipo?¿Por qué y cómo se llegó a este suceso?
Era hora de saber el verdadero porqué de las cosas que estaban sucediendo, así que decidí reconstruir no sólo el pasado de la humanidad, sino también de mi familia ya que a mis treinta años de edad no tengo padres, ni hijos, ni esposa, ni hermanos, sólo recuerdo que alguna vez tuve un abuelo y un hermano pero no puedo remembrar cuando fue la última vez que los vi.
Empecé a buscar mi linaje empezando por mi apellido, Santos, y como no sabia nada acerca del paradero de mis parientes fui a revisar los archivos de cremación, para mi suerte sólo había cuatro personas con ese apellido, alguien que debió de ser mi padre, seguramente mi hermano y abuelo, y otra persona que desconozco. De mi padre, lo único que sé es que me puso su nombre para que nunca me olvidara de él, Esteban, ese era mi nombre y su nombre, busqué de nuevo pero esta vez había dos Esteban Santos así que me quedé con la duda. Nunca supe como se llamaba mi hermano o mi abuelo, por consiguiente, no me sirvió de mucho venir a buscar los registros de defunción.

Continuara...

1 comentario:

Aurora P. dijo...

me agrdan las historias cortas y fáciles de procesar.


gracias por el comentario, te seguiré leyendo...quedé media intrigada :)

chau!