“Del mundo que tú quieras” leí que decía la inscripción a la entrada del templo. Aquella frase fue tallada como objeto de responder las dudas de la gente, esta era una de las tantas pero era la que, según se dice, más satisfacía al pueblo. Me senté con las piernas cruzadas y los pies sobre las rodillas y visualicé el campo de batalla. Yo debía formar el puente entre la Pachamama y Selenio, y tal como dicen las diversas versiones de los testigos, comencé a recitar un mantra en una lengua extraña. El templo era oscuro, iluminado sólo con nuestra aura y mientras iba llegando la gente, este se iluminaba más. La cantidad suficiente de lumbre abrió un agujero en el piso justo debajo de mí y me succionó. Aparecí en el vacío junto con el cuerpo del Dios caído. De inmediato se levantó y me besó succionándome toda la energía que me mantenía vivo en medio de la nada. De pronto desperté en el campo de batalla y la Pachamama dijo:
-Mira, lo hemos logrado –mientras apuntaba al Sol.
-Todo gracias a usted, mi señora.
A lo lejos se veía como el Sol caía hacia el ocaso y desaparecía de pronto para dar paso a la noche gobernada por la Luna. Acabamos con el ejército Tehuelche y nos comimos los cadáveres esa noche mientras descansábamos para continuar nuestro largo viaje. Luego de pensar eso me asaltó una duda.
-¿Hacia dónde nos dirigimos, Madre nuestra?
-Hacia el fin del mundo, hacia todos lados y hacia ninguna parte. Te has vuelto humano, Tep. Hay que corregir eso, hijo mío.
-Lo lamento, mi señora. Y sé que no debería disculparme, pero Selenio se llevó toda mi energía.
-Deberás recuperarla tú. Necesitas un tótem.
-Entonces esa será mi próxima tarea, Ma’am. ¡Shalom!
Como ya no existía día, luego del descanso seguimos caminando bajo el oscuro cielo de la noche iluminado sólo por las estrellas. Con esa energía aprovechamos de recargar nuestro Qi mientras a cada paso me convertía más y más en humano. No quería ser un simple mortal y en el paso siguiente acabaría con toda la humanidad presente en mí. Llegamos al Túnel.
Tal como se cuenta, la historia se comenzó a escribir con el día del Sol, el día del El Señor donde se dice que se descubrió la Lumbre; luego vino el día de Selenio, el día de la Luna y que de manera opuesta al día anterior se descubrió la Oscuridad; lo sigue el día de la Guerra y del Fuego, el día donde sacamos a flor nuestra parte humana y nos matamos; para purificar nuestra alma viene el día del Comercio y del Agua, donde nos reconciliamos y volvemos a hacer las paces; el día siguiente es conocido como el día del Rayo, del Trueno, nos recuerda lo poderosa que es la naturaleza con su fuerza y su magia; para continuar se dedicó un día especial a la Fertilidad y a buscar ese sentimiento perdido del Amor donde los humanos vuelven a interactuar entre sí; para terminar viene le día del Reposo, un día de descanso donde todo el Mundo descansa, incluso la naturaleza relajando sus esfínteres abriendo túneles y volcanes.
Dentro de El Túnel hacía un frío inmenso, del techo colgaban estalactitas de hielo tan filosas cono una daga. Las paredes estaban tan lisas y cubiertas de una fina capa de hielo que se convertían en un espejo. El ya numeroso ejército se veía infinitamente más grande con los reflejos a ambos lados. La Pachamama cantaba con su dulce y hermosa voz, de modo que su canto opacaba nuestras pisadas. Era un canto mágico, tan mágico que no importaba cuán alto o cuán bajo cantara, siempre parecía un susurro, un canto adecuado para el contexto de un grupo de individuos caminando a través de un oscuro túnel. El canto nos guiaba a pesar de que se escuchara igual en todas partes y en todas direcciones. Luego por primera vez en todo el trayecto me miré en la pared y vi algo que jamás había visto. Un ser humano. Mi asombro se rompió al ver que la Pachamama me hablaba.
-Hemos llegado, Tep –dijo señalando una poza en el suelo, una poza de agua muy líquida con una placa sobre ella.
Miré la poza, miré la placa que rezaba “El Mundo de los Sueños”, miré mi rostro en la pared y miré aquel rostro humano, luego miré a la Pachamama.
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